El profesor pide a lxs alumnxs que escuchen una pieza
musical de cuatro minutos, procurando estar tranquilos, relajados y en
silencio. A continuación hace sonar el primer movimiento del Concierto de
Brandeburgo número 1.
Después les dice:
“Hace ahora casi 300 años, un gran músico,
Johann Sebastián Bach, quiso hacer un regalo al marqués de Brandeburgo. Pensó
que el mejor regalo que podía hacerle era su música, y le presentó al conde un álbum
manuscrito con las partituras de seis conciertos.
“Pero el marqués no hizo mucho caso a aquellas partituras. Para
poder reproducir la música tenía que llamar a un buen número de músicos y
entregar una copia a cada uno, y eso sin contar con los ensayos. No sabemos si aquel aristócrata hizo tocar muchas veces aquellos seis conciertos en Brandeburgo. El caso es que las partituras quedaron olvidadas en un rincón de su biblioteca hasta que
veinte años después, a la muerte del marqués, sus herederos, al verlas cubiertas de polvo, las vendieron por unas
pocas monedas. Los compradores empezaron a interpretar los seis conciertos del señor Bach y entonces todos los que las oyeron empezaron a saborear su intensa belleza.
“Vosotros tenéis la suerte de poder escuchar música y
acceder a libros con más facilidad que todos los marqueses de Alemania en el
siglo XVIII. Pulsando unos pocos botones tenéis a vuestro alcance todo tipo de
obras de los grandes músicos y toda clase de lecturas.
“Pero… hace falta escuchar. Si no tenéis ganas de escuchar
tranquilamente, cerrando los labios, abriendo los oídos y el corazón, nada será
bello para vosotros. Sin atención, todo se convertirá en ruido. Sin calma, nada tiene
equilibrio. Sin escuchar, nada tiene sentido. Sin tranquilidad no captaréis la
belleza que hay en todas las cosas. La belleza está en el ojo de quien
observa, y los ojos que no descansan se vuelven insensibles.
“Algunas personas no quieren estar en silencio y por eso
ponen la tele a todo volumen cuando llegan a casa. Pero no aprenden a escuchar,
porque no saben estar en silencio.
“Cuando no escucháis os estáis perdiendo algo importante.
Estáis haciendo como aquel marqués Midas, tan rico y tan tonto a la vez,
dejando que la belleza se marchite, silenciosa y cubierta de polvo, en un ángulo
oscuro de una solitaria biblioteca. Hay que aprender a escuchar. A escuchar
siempre.”