domingo, 4 de octubre de 2020

Crítica: Cartas a las novias perdidas, de David Torres

 

 

David Torres (Madrid, 1966), acaba de publicar Cartas a las novias perdidas, galardonada con el LXVI premio Ateneo de Valladolid. Torres ya había ganado antes el Tigre Juan por Niños de tiza y el Ciudad de Logroño por Punto de fisión. Ahora otro premio más viene a acreditar su calidad literaria en esta impactante e insólita novela: un relato que bajo su apariencia de costumbrismo contemporáneo constituye una novela negra policiaca de la mejor especie. Me refiero a esas novelas donde nada es lo que parece y donde la investigación desganada y chapucera no aclara del todo las cosas, pero a cambio revela inesperadas perlas de conocimiento filosófico. ¿Recuerdan el clásico policiaco Edipo Rey?

    El libro más veces leído y menos comprendido comienza también con un relato noir: El homicidio de Abel a manos de Caín, un crimen pasional cuya investigación se despacha con demasiadas prisas cargándole el muerto al único sospechoso disponible y sin hacer preguntas incómodas. Cartas a las novias perdidas arranca justo en ese mismo punto: “En el comienzo siempre hubo dos hermanos, Caín y Abel, Anubis y Bata, Rómulo y Remo, Tomás y papá, Fran y yo.”  

     Pablo, el hermano de Fran, es el narrador y cronista de Cartas a las novias perdidas; un juntaletras que se gana la vida redactando guías de viajes para viajeros que ansían ser timados. Desde una apartada isla en Indonesia recibe un mensaje que le insta a regresar al hogar paterno en Madrid. Las cosas se han complicado y es hora de afrontar las obligaciones y volver a casa: Mamá ha desaparecido, papá no se encuentra bien. La ciudad también ha cambiado mucho. El protagonista se siente, posiblemente, tan desolado y extraño como un rinoceronte en un cuarto de estar.

     A partir de ahí Pablo emprende, pasito a pasito, una labor de búsqueda y reconocimiento de tantas cuestiones oscuras que han quedado sepultadas por el paso de las rutinas y obligaciones cotidianas, de los silencios impuestos, de la ignorancia consentida. La crisis de la mediana edad apremia a la mayoría de los personajes del libro, pendientes de encontrar antes del último capítulo el sentido profundo, el goce desaparecido, el rayo de luz que se desvanece sin apenas darse cuenta. Y el lector tiene que estar atento si no quiere que le ocurra lo mismo.

     Investigar, como vivir, resulta muy cansado y el sabueso tiene que desahogarse con alguna afición: El violín calma a Holmes, la cocina aplaca a Pepe Carvalho, los soldaditos de plomo templan al sargento Bevilacqua, y el comisario Rodríguez se concentra en cuadrar sonetos en los ratos muertos. Pablo Hernández es todavía más abstracto y rellena sus pausas fantaseando noviazgos con las mujeres con las que se cruza. Lo que pudo haber sido y no fue, ni será nunca, pero podría  haber sido plausible dentro de nuestro actual horizonte de sucesos, todo gracias al condicional y al pretérito imperfecto de subjuntivo, “el más triste de todos los tiempos”. El propio narrador confiesa:A veces pienso que todo lo que he escrito alguna vez – y todo lo que no he escrito – no son más que cartas a las novias perdidas. Analiza eso, Aristóteles.

     Para Pablo, la escritura es una manera de atreverse a hacer o decir lo que nunca haría en la vida real. Toda una declaración de principios que algunos escritores actuales no estarían dispuestos a suscribir. “Hablan siempre de contar nada más que la verdad, pero cuando lo más interesante que les ocurre al cabo del día es la aventura de ir a comprar el pan, siempre acaban por exagerar, mixtificar o inventar. (…) El exhibicionismo literario consiste en sorprender al lector en una esquina, abrirse la bragueta y que salga un lápiz.” Lejos de esos extremos, el estilo de Torres más bien consiste en ir a comprar el pan, desmigajarlo disimuladamente y dejar a la vista suficientes datos como para que el lector comprenda que el panadero le ha estafado. Mejor dicho, nos está estafando.

    Cartas a las novias perdidas se lee con interés y buen ritmo, gracias a su prosa sólida, al atractivo de toda una galería de personajes de interesantes claroscuros y a los chispazos de humor negro habituales chez Torres. Mediante el relato de pequeños episodios cotidianos, la novela avanza y enfoca la linterna sobre los armarios repletos de los habituales esqueletos evitados: La decadencia de la ancianidad, la crueldad del Alzheimer, las cicatrices del franquismo, la dificultad de relacionarse con la pareja y los hermanos, el absurdo de la vida en la ciudad y del trabajo alienante, la disputa entre el deseo y la realidad, el vértigo de la muerte: el jeroglífico definitivo del que no se puede hablar ni en serio ni en broma.”

     Aunque algunas partes son muy duras, el autor consigue que el relato no se deslice hacia la depresión, sino que se abre camino hacia la consciencia, la madurez y la aceptación. Y lo hace precisamente combinando el humor, la gravedad y la delicadeza. El resultado es una magnífica novela con varios niveles de lectura escondidos dentro de su aparente simplicidad. David Torres ha corrido el riesgo de escalar una escarpada ruta vertical de tal manera que, al llegar al final, posiblemente el lector tendrá el deseo de volver a leer otra vez toda la historia desde el principio. Es otra de las ventajas que ofrece la literatura como suceso alternativo.

 

sábado, 5 de septiembre de 2020

Despedida del curso 2019-2020

 

Alcalá de Henares, 26 de junio de 2020

 

 

 

Estimadas familias, queridos alumnos, apreciados padawan:

 

Finalmente hemos alcanzado el final de este curso 2019-2020, con las dificultades que todos conocéis y donde hemos puesto nuestros mejores esfuerzos para afrontarlas.  No ha sido sencillo para nadie, ni para los profesores, ni para las madres y padres, ni mucho menos para los estudiantes.

 

Me hubiera gustado dirigirme a vosotros en persona como suelo hacer al final de todos los cursos, pero este año, ya lo sabéis, no ha sido posible. No por eso voy a renunciar a despedir el curso con vosotros y vuestras familias aunque sea por escrito. Por lo menos, la carta escrita permanecerá durante algo más de tiempo que los discursos orales que solemos improvisar en las aulas.

 


Quiero agradeceros a todos vuestra dedicación, empezando por las madres y los padres, ya que habéis demostrado una gran confianza en los profesores cuando hemos propuesto tareas a través de Internet, y habéis animado a vuestros hijos e hijas a realizarlas, aportando los medios físicos e incluso compartiendo generosamente las horas de uso de los ordenadores cuando posiblemente también los necesitabais para vuestros propios trabajos y actividades.

 

Y también a vosotros, los estudiantes, cuando habéis mostrado estar dispuestos a seguir aprendiendo y habéis mostrado ser responsables en vuestro trabajo diario, sabiendo vencer a la pereza y a las dificultades de todo tipo.

 

El final de curso ha sido muy distinto de lo que nos imaginábamos allá por septiembre pasado. Quizás no ha sido el mejor de nuestros años de instituto, pero al menos esta experiencia nos permite valorar mejor el privilegio de poder asistir cada día en persona al aula, aunque parezca rutinario y aburrido, y valorar lo mucho que aprendemos y experimentamos cuando estamos allí.

 

Así, espero que este curso hayáis también aprendido mucho de mi asignatura, en las clases presenciales y en las no presenciales. Para mí, siempre suelo decirlo, lo más bonito y lo mejor que aprendemos es la lectura de las obras literarias. Recuerdo los días que estuvimos leyendo en el aula los mitos griegos o recitando poesías y lo mucho que nos divertimos leyendo y comentando en clase las aventuras de Don Juan Tenorio.  Ese es uno de mis mejores recuerdos de este curso. El otro, que os agradezco profundamente, es el cariño y el respeto que me mostrasteis con ocasión del fallecimiento de mi padre, Jaime González Forrellach, a quien intento imitar en todos los buenos ejemplos que me dio.

 

Además hemos aprendido a resistir con paciencia las adversidades y las privaciones. Si estos tres meses de encierro se os han hecho muy largos, considerad la paciencia que tuvo que desarrollar Miguel de Cervantes encerrado cinco años en Argel. Y así supo superar todo aquello y empezar a escribir el Quijote, y terminarlo.

 

También este desastre que estamos viviendo acabará por pasar y olvidarse, como nos habíamos olvidado de la pandemia de gripe que en 1918 provocó 300.000 muertos solo en España. El mundo seguirá marchando, y vosotros tendréis que afrontar vuestro futuro, empezando por vuestro aprendizaje. No podréis poner excusas ni enseñar un dibujo de un arco iris esperando que todo salga bien. Cada generación afronta sus propias dificultades, y la vuestra tendrá que superar las que os han tocado. Ni el mundo ni la naturaleza se complacen en poner las cosas fáciles. A todo esto yo solo puedo aportar mi humilde labor como docente, y expresaros mis deseos de ánimo y superación, enviaros un abrazo virtual que os envuelva y un aplauso silencioso que os reconforte.

 

Los próximos meses, el próximo curso, también van a tener sus propias dificultades. Mientras esperamos que la pandemia se extinga finalmente, llegará el mes de septiembre y volverá a empezar el curso. Disfrutad ahora estos dos meses de merecidas vacaciones, tomad mucho ánimo, aplicaos a leer libros — cuantos más mejor — y recordad que la lectura es a la vez descanso, diversión y aprendizaje. 

 

 Cuando empiece el próximo curso en el Doctor Marañón, volveréis a encontrarme allí. Si tenemos suerte, en persona y si no la tenemos, a través del Internet. Me alegraré mucho de volver a saludaros, y sabed que siempre podéis recurrir a mí si alguna vez consideráis que os puedo ayudar en algo. 

 

 Es pronto todavía para saber cómo será el próximo curso. Todos tendremos que poner todos de nuevo muchos esfuerzos. Así es la vida de las personas sobre la tierra, decían los clásicos, una lucha constante. Ante todo, no desesperéis. No cedáis nunca a la pereza ni al desánimo, y recordad la frase mágica para los días difíciles (y para los días felices): “También esto pasará.” 

 

Os felicito por cómo habéis afrontado las dificultades y adversidades de estos días. Muchas gracias por vuestro esfuerzo, ayuda y colaboración. Y disculpadme en todo aquello que presencialmente o a distancia, yo no haya sabido hacer mejor. 

 

Un fuerte abrazo y recordad que siempre sigo a vuestro servicio y al de la Escuela Pública de tod@s para tod@s.

 

 

Jaime González Galilea

Profesor del IES Doctor Marañón.

viernes, 3 de abril de 2020

Memes de la Literatura Española (IV) - El ingenioso meme don Quijote de la Mancha

No hay en toda la Literatura de lengua hispana — y acaso en la universal — un meme más exitoso que don Quijote. Pausa respetuosa y valorativa. 

Es mencionar el nombre del personaje e inmediatamente vienen a la mente todo tipo de imágenes asociadas: Un tipo larguirucho con armadura y una palangana en la cabeza. Molinos. Un rústico panzudo. Gigantes. Batallas campales con ovejas. La Mancha. Campesinas que apestan a ajo. Discursos. Exgaleotes que abrazan la libertad sin pizca de agradecimiento. Barataria. Un verano interminable. Palizas. El caballero del verde gabán. Conversaciones filosóficas por la inmensa meseta. Una hoguera de libros organizada por un cura como paradigma de crítica literaria. Apedreamientos. El caballero de los espejos. Risas. Odres de vino apuñalados. Rocinante. Las voces del mísero manteado. Poemas. El caballero de la blanca luna. Burlas. La condesa Trifaldi y las dueñas barbudas. Molimientos de huesos. Marcela, la pastora feminista. Dientes rotos. Ventas donde se citan arrieros, mozas, fugitivos y las fuerzas de seguridad. Llantos. Penitencias escatológicas en Sierra Morena. Sobresaltos. Maese Pedro reclamando el coste de sus moros descabezados. Desgracias. Las dichosas novelas intercaladas. Cuchilladas. La cueva de Montesinos. Mojicones. Árboles llenos de pies y piernas humanas. Palos. Clavileño como prototipo de la propulsión a chorro. Coces. Dulcinea. Efusión de sangre. Recobrar la razón para morir.


O como diría el Bardo: «One does not simply write Don Quixote».
Uno no llega y escribe así como así una novela de 378.591 palabras, y yo no soy quién para destriparla. Léala por sí mismo el desocupado lector de estos apuntes o, si no, busque en enciclopedias quien se la resuma en buena hora. Si el lector ha superado el Bachillerato o al menos la ESO, seguro que no necesita esta recomendación.

A partir de la publicación de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha en 1605 se sucedieron todo tipo de réplicas del meme. Continuaciones falsas, secuelas auténticas, romances, comentarios, exégesis, bibliografía para parar un molino, grabados, pinturas, todo tipo de representaciones gráficas en dos y tres dimensiones, teatralizaciones, películas, televisión, musicales, dibujos animados — desde la serie de Romagosa a Donkey Xote pasando por Don Coyote y Sancho Panda — , además de iconografía comercial y publicitaria para todo tipo de productos; culturales o alimenticios, suntuarios o populares. Todo ello con una abundancia cuyo caudal no afloja al paso de los años. La penúltima incorporación por ahora: memes de Internet. 




¿Cabe imaginar mayor éxito para un meme, literario o no? Don Quijote es un meme tan exitoso y arrollador que su conocimiento, alcance e influencia se extiende incluso sobre quienes no han leído su libro ni sueñan con leerlo. No es pequeño mérito teniendo en cuenta que la lectura se considera imprescindible para los memes literarios. En cierto modo el propio hidalgo lo había profetizado mientras paseaba en mulo por Barcelona: Mire vuestra merced, señor don Antonio, que hasta los muchachos desta ciudad, sin nunca haberme visto, me conocen.” (DQ II, cap. LXII)

El autor de tamaño meme atiende por Miguel de Cervantes (1547-1616), personaje él mismo de vida novelesca, por no decir de lo más achuchada. Su biografía, llena de altibajos y claroscuros, ha sido a su vez reconstruida y narrada como novela por insignes cervantistas. Mucho de lo que se afirma sobre Cervantes son conjeturas sujetas a discusión. Ni siquiera es seguro que el retrato que le asociamos, atribuido a Juan de Jáuregui, le corresponda realmente. Pero ya veremos que esto de deconstruir y reconstruir la realidad es muy cervantino. Sus orígenes familiares no son muy claros, lo que tiene su lógica si tal como se presume, habían sido conversos. Largamente fue discutido su lugar de nacimiento y al final se optó por aceptar la candidatura de Alcalá de Henares, si bien eso no aporta nada especial ni a su personalidad ni a nuestra historia. 

En 1569 viajó a Italia para embeberse de su cultura renacentista. O quién sabe, tal vez sea más exacto decir que huyó de España para eludir una orden de busca y captura por lesiones, y vagabundeó por Génova, Florencia y Roma hasta colocarse de lazarillo, o sea, sirviente, de un clérigo con rango de cardenal. Cambió su destino de buscavidas aspirando a la gloria del soldado e ingresó en la infantería de marina española. Poco después participó en la decisiva y sangrienta batalla de Lepanto (1571), definida por Cervantes como “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.” No exageraba mucho. A mi pobre entender, solo las terribles batallas navales de Midway y del Golfo de Leyte en la Segunda guerra mundial pueden compararse a Lepanto en cuanto a volumen de naves, combatientes, pérdidas e importancia estratégica. Desconozco si tal vez combatió en ellas algún novelista de la generación beat o algún autor de haikus.


Miguel de Cervantes meditó largamente la imagen que quería legar a la posteridad en el prólogo a las Novelas Ejemplares.
En todo caso, el soldado Cervantes no recibió como recompensa por su valor sino un arcabuzazo que le hirió en la mano izquierda, impidiéndole su uso completo. Cuando estaba volviendo a España para licenciarse en 1575, fue secuestrado por piratas turcos junto a su hermano Rodrigo. Un incidente que demoró cinco años su regreso a casa, encerrado con otros cautivos en una prisión de Argel. Cinco años que entretuvo con otros tantos intentos de fuga, todos ellos frustrados y castigados con palizas de distinta intensidad. Allí aprendió a tener paciencia en las adversidades. Anteponiendo la valentía y el amor por la libertad a todo lo demás, debió repetirse: “Bien podrán quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible”.

Instalado ya en España, empieza a escribir y en 1585 publica La Galatea, novela pastoril de éxito muy discreto, aunque él no se cansaba de recomendarla por todas partes. Prueba también a estrenar sus piezas teatrales, pero carecen de atractivo ante las comedias de Lope de Vega. Ni las armas ni las letras han dado fortuna a Cervantes. Busca una ocupación con que ganarse la vida y mantener a su extraña familia: una hija extramatrimonial, una esposa con la que apenas convive y dos hermanas a las que las gentes llaman Las Cervantas

Se le niega la oportunidad de emigrar a América, pero finalmente consigue un puesto de comisario de abastos para la Armada de Felipe II, derivándose posteriormente a recaudador de impuestos. Unas irregularidades en cuanto a los ingresos bancarios correspondientes dan con los huesos de Miguel de Cervantes en el fondo de una mazmorra sevillana durante cuatro meses de 1597. Allí, habiendo fracasado todas sus tentativas literarias y laborales, ha de concebir al protagonista de la primera novela moderna. 

El hidalgo llamado Alonso Quijada, Quesada o Quijana comparte con usted y conmigo la afición por la lectura. Su interés monotemático se centra en los memes de caballerías, relatos de aventuras épicas cuyos superhéroes, universos y supervillanos conoce al dedillo. Sus discusiones con el cura de su pueblo acerca de quién vencería en un hipotético combate entre Palmerín de Inglaterra y Amadís de Gaula no dejan lugar a duda: Don Alonso es el primer friki literario.


DQ, I, cap. I : Las decisiones financieras del hidalgo no parecen muy sensatas.
Su afición se intensifica hasta resultar incomprensible para quienes lo rodean. Vende propiedades de cultivo para adquirir más libros de caballería. Rescata del trastero armaduras, lanzas y adargas antiguas de sus antepasados que — si se usaron en la guerra de Granada — llevaban más de un siglo oxidándose; se las prueba; y finalmente customiza el yelmo con un añadido de cartón. Nuestro hidalgo friki acaba de inventar el cosplay. 

El narrador nos dice que “del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio”. Pero haremos bien en desconfiar del narrador: un inconsistente, chapucero y seguidor de fuentes diversas de fiabilidad más que dudosa, entre ellas el mentiroso Cide Hamete Benengeli. Y todavía tiene el descaro de afirmar en el primer párrafo que no se va a apartar ni un punto de la verdad.


DQ I, cap. I. Cuando lea esto, sepa que están a punto de engañarle.

No, don Alonso no estaba loco. Lo que pasó por su celebro mientras estaba disfrazado de caballero andante fue una tentación irresistible: ¿Y si dejo de ser un oscuro pequeño propietario lector de memes para convertirme yo mismo en un meme caballeresco y literario? Un meme que, pasado el tiempo, venza a todos los demás, a Palmerín, a Amadis, al mismo Ruy Díaz. Viéndose en el espejo aderezado con sus armas y rodeado de libros impresos, imaginó y se impuso como meta que se habría de escribir la novela, el meme, de sus aventuras. Soñó que su libro sería leído por todos, que se imprimiría en distintos formatos, que se reimprimiría cada año, siglo tras siglo, que se estudiaría en escuelas e institutos, que se expandiría sin límite, que se traduciría a tantos idiomas como la Biblia. En su alucinación bisbiseaba el meme egoísta de don Quijote como la serpiente bíblica: Y seréis como dioses.

El plural, claro está, abarca tanto al personaje como a su creador. En la oscura celda sevillana, igual que el hidalgo, Cervantes sueña con la libertad. Sueña con sacudirse las cadenas de la mediocridad imperial, con superar de una vez por todas sus fracasos y con resarcirse de un amor por las letras y las armas que no le había deparado más que heridas, sinsabores y prisiones. El mísero reo Migueliyo er manco, indomable ante las palizas, cae seducido, hipnotizado por la misma alucinación del hidalgo. La imaginación engendró a don Quijote, don Quijote al escritor, y el escritor a don Alonso. (...)
 
Texto originalmente publicado en Hyperbole.es. Puedes continuar leyendo el artículo en este enlace: http://hyperbole.es/2017/07/memes-de-la-literatura-espanola-iv-el-ingenioso-meme-don-quijote-de-la-mancha