lunes, 12 de octubre de 2015

Tusitala, susurrando


Ya me habéis leído antes de ahora, pero con distinta voz. Yo solo era un jovenzuelo huidizo y dolorido del mundo, abrumado por el rapapolvo que me había dedicado un profesor blandiendo un ejercicio lleno de heridas como un campo de amapolas. Aterrorizado ante la perspectiva de otra terrible regañina paterna, e influido por El diablo de la botella de Stevenson concebí en mala hora un pacto contra natura. Tracé con tiza azul líneas prohibidas en el suelo: Una X marca el lugar. Invoqué al viejo Tusitala sacrificando en holocausto un viejo ejemplar de Frederick Forsyth. “Ayúdame. Luego, haz de mí lo que quieras.” Mi sangre emborronó las páginas amarilleantes impresas por Plaza y Janés.

En la siguiente prueba escrita desoí, por considerarlas descabelladas, las ocurrencias que me llegaban como susurros. Mi situación empeoró. En el examen definitivo la desesperación me incitó a copiar al pie de la letra todas las patrañas que me dictaba Tusitala. Conceptos extravagantes, interpretaciones contrarias al paradigma, citas literales apócrifas, bibliografías de fiabilidad onírica. Llegó a tanto mi abandono, que no me sorprendí al conocer la calificación de sobresaliente.

Así, escribiendo al dictado, pude completar mi expediente académico sin mayores problemas, e incluso con felicitaciones. Acabada la universidad, soñé con la gloria literaria, asunto que hoy en día reviste mayor dificultad que en el siglo XIX. Como era de esperar, todas las editoriales rechazaron los manuscritos de Tusitala que yo firmaba. Terminé por aceptar un trabajo de negro literario, en la confianza de que así ganaría oficio. ¡Con qué dedicación me iba bisbiseando la voz los giros en la trama, las respuestas ocurrentes, los adjetivos imprescindibles, las soluciones inesperadas! Nuestro primer libro publicado alcanzó un resonante triunfo, cuyos laureles y vanidades culturales gozaba un tercero.

Transcurridos un par de años en la faena, y sin dejar de soportar mi acostumbrado ostracismo editorial, aprendí a sacar rendimiento de la situación. Trabajé a destajo para cumplir con los compromisos de renombrados escritores que aguardaban su turno en mi lista de espera. Seguiré callando sus nombres, pero reconozco que me envanecí viéndolos en sequía de ideas, reducidos a mendigar algo de nuestro inagotable genio. Les impusimos adelantos y porcentajes cada vez mayores, que no se atrevían a rehusar, pues conocían de antemano que el éxito estaba asegurado.

No tardé demasiado en cansarme de la industria editorial, de las promociones, de los escritores presuntuosos mezclándose en cócteles. Pero estaba mucho más harto todavía de escribir como un forzado, repitiendo estructuras y clichés de los que nadie obtenía sino distracción banal y negocio. Ensoberbecido, desengañado, abandoné aquel gremio. Y en mis peores pesadillas, sentía rugir las rotativas lanzando millares de libros de bolsillo, o me incorporaba sobresaltado oyendo la voz de Tusitala que chillaba en mis oídos: “¡Billetes de cien! ¡Billetes de cien!”

Después de varios tumbos laborales, recalé en un puesto de creativo publicitario. Allí inventábamos narraciones que convertían en una emocionante aventura tropical el consumo de café cultivado por campesinos miserables. Metamorfoseábamos en metáforas de aire fresco las ropas cosidas con sudores de talleres asfixiantes. Alterábamos con aliteraciones salutíferas los despojos de bestias estabuladas en condiciones insanas. Tusitala sabía que todo se vende mejor con una buena historia. La realidad ya es demasiado cruel como para aceptarla y además, querer pagar el precio.

También yo pagué un precio muy alto. Ser consciente en cada momento de las patrañas sociales que se repiten continuamente no es algo que ayude a mi timidez natural. Poseída toda mi capacidad de fabular por el demonio que me domina, y harto de tanta simulación, no acierto a fingir las mentiras que me permitan encajar en ningún ambiente, trabar amistades o enamorar a las mujeres. Únicamente me tienen en cuenta cuando coloco mis endiabladas ficciones, pero cuando me canso de mantenerlas en pie, no obtengo sino desprecio. Desprecio y soledad.

La mentira, lubricante, aflojatodo y antioxidante del mundo. Estamos programados para dispensarla por doquier, para disimular y disfrazar nuestras intenciones. Pero también para aceptarla como se aceptan los cuentos infantiles, como se acepta una disculpa, como se acepta una píldora endulzada o un placebo, con la esperanza de quien quiere agarrarse a un milagro. Y cuanto más grande el bulo, mayor es la disposición a tragarlo. ¿Hay mentiras mayores que las de los gobernantes, los banqueros, las religiones, los nacionalismos, los medios de comunicación, los deportes? Quizás las de la literatura, que se alimenta de nuestra sed inagotable de infundios. Me pregunto si será más infeliz quien no sepa engañar o quien no sepa creer. En todo caso, yo carezco de ambas habilidades.

Hace ya mucho que renuncié a copiar narraciones al dictado. Las que firmé yo las tengo apiladas por decenas en un armario, junto con las respuestas negativas de otras tantas editoriales. Desde hace una semana estoy aprovechando los amaneceres, en que parecen remitir los gritos de Tusitala, para escribir de nuevo por primera vez con la sinceridad de un adolescente. Intento poner negro sobre blanco mi ser íntimo, mi desolada soledad, la emoción que me inspiran las luces del nuevo día con sus promesas siempre incumplidas. Pero nada consigo por ahora que merezca el gasto del papel que lo sostiene. ¿Por qué soy incapaz de escribir algo que parezca tan auténtico como es mi vulgar humanidad? ¿Por qué no sirven de nada horas ante el teclado, sufriendo lo indecible, como si escribiese con mi sangre? No es de extrañar. El escritor se hace rompiendo páginas fallidas. Seguiré escribiendo, a escondidas de mis demonios, cueste lo que cueste. Sí, tendré que continuar escribiendo hasta que logre algún día publicar a mi nombre un texto que de verdad merezca leerse. Tal vez entonces conjure mi maldición. Mientras tanto, permaneceré siendo lo que Tusitala ha querido hacer de mí. Un personaje de una mala novela.



Jaime González 

Publicado en Hypérbole.es (20.09.2015). Si quieres leer el enlace original, pincha aquí: 

viernes, 17 de julio de 2015

Mi futuro y yo


Esta tarde ha venido a verme mi yo del futuro. Traía un rostro simpático, el pelo blanco, las arrugas risueñas. Se reía sin parar entre dientes. No de mí, sino de mis errores. Decía: “¡Pero cómo fuiste tan tonto durante tanto tiempo! ¿De verdad llegaste a creer que las cosas eran como te imaginaste, y no como era evidente que eran?” Se reía desde los pulmones; la risa le rebotaba en el paladar y le atravesaba los dientes. “¿Cómo no te diste cuenta antes, cómo fuiste tan niño?” Yo – quiero decir mi yo de ahora – al principio no sabía dónde meterme, bajaba la mirada avergonzado. Amainaron sus risas, y salió a relucir una sonrisa que lo perdonaba todo, que todo lo comprendía, que les daba a mis faltas la importancia que de verdad tenían: Ninguna. Solo habían sido una experiencia vital más. Solo una forma de aprendizaje. Todo estaba ya integrado y no había por qué sentir dolor. Me sentí repentinamente animado y fortalecido.

Entonces fui y lo estropeé todo. Le solté: “Oye, viejo, ¿tú no tienes de qué preocuparte? ¿No te das cuenta de que estás bien cerca de la tumba? ¿Por qué no te guardas las risas y convocas a tu yo del futuro, ya que eres tan listo?” Mi yo del futuro – el que seré en plazo cierto  – enmudeció. Frunció el ceño. Empezó a desvanecerse sin dejar de taladrarme con sus ojos. “Ya verás cuando tengas mi edad,” fue lo último que le oí.


Lo que me faltaba. A mis errores pasados y mi incapacidad presente tengo que sumarles un futuro e ineludible desencuentro generacional. 

(c) Jaime González 2015

Para leer el relato en la página de Hypérbole.es pincha en el enlace: http://hyperbole.es/2015/07/mi-futuro-y-yo/

domingo, 14 de junio de 2015

Los deberes veraniegos del profesor Catà.

Se acercan las vacaciones, y dentro de unos días tocará repartir a los estudiantes, junto con las notas, unas recomendaciones a las que prestarán escasa atención. Supongo que por motivos bien fundados. 

En estos días ha corrido por Internet, con la velocidad de un meme de Julio Iglesias, la lista de deberes que el profesor Cesare Catà, de Fermo, Italia, ha entregado a sus alumnos y compartido en su página de Facebook. 


Reconozco que me encanta la idea de mi colega fermano, y no descarto que en los próximos días le tome prestada alguna idea para mis padawan. Difícilmente me atrevería a recomendarles en primer lugar que paseen por la playa, cuando muchos de ellos no tienen esa posibilidad. Pero está bien, está muy bien que los docentes recomienden para el verano actividades distintas a los acostumbrados deberes de las temidas "Vacaciones Santillana". 

Y también está muy bien que los medios de comunicación se hagan eco de recomendaciones tan originales, que no excéntricas ni utópicas, pero siempre necesarias. 

Lo que ya no está tan bien es que los medios de comunicación traduzcan el original italiano con escaso rigor y errores de bulto que lo degradan mucho. ¿Tan difícil es que algún editor de las redacciones se digne comprobar el texto original o por lo menos corregir las chapuzas del texto traducido? Por eso me he permitido anotar aquí mi propia traducción, por si a alguien puede resultar útil o agradable. O por si alguien quiere aplicarse a seguir tan atinados consejos. O simplemente retuitearlo por la red y pasar a otra cosa, mariposa. 

DEBERES PARA EL VERANO 2015
Liceo de Humanidades "Don Bosco", Fermo

1. Alguna mañana, id a caminar junto a la orilla del mar en completa soledad. Mirad cómo os da el reflejo del sol y sentíos felices pensando en las cosas de la vida que más os gustan.

2. Procurad usar todas las nuevas palabras aprendidas este año. Cuantas más cosas podáis decir, más cosas podréis pensar; y cuantas más cosas podáis pensar, más libres seréis.

3. Leed todo lo que podáis. Pero no porque debáis. Leed porque el verano os inspira aventuras y sueños, y leyendo os sentiréis como golondrinas que vuelan. Leed porque es la mejor forma de rebelaros que tenéis. (Para recomendaciones de lectura, podéis consultarme).

4. Evitad todas las cosas, las situaciones y las personas que os dejan vacíos o negativos. Buscad situaciones estimulantes y la compañía de amigos que os enriquezcan, os comprendan y os aprecien por lo que sois.

5. Si os sentís tristes o asustados, no os preocupéis. El verano, como todas las cosas maravillosas, causa confusión al alma. Probad a escribir un diario para relatar vuestro estado. (En septiembre, si os parece bien, los leeremos juntos).

6. Bailad. Sin avergonzaros. En una discoteca de pago, o en vuestra habitación. El verano es un baile y sería absurdo no tomar parte en él.

7. Por lo menos una vez, id a ver la amanecida. Permaneced en silencio y respirad. Cerrad los ojos, agradecidos.

8. Haced mucho deporte.

9. Si encontráis una persona que os gusta, decídselo con toda la sinceridad y la gracia de que seáis capaces. No importa si él/ella lo comprende o no. Si no lo hace, él/ella no estaba en vuestro destino. De lo contrario, el verano de 2015 será la bóveda dorada bajo la cual caminaréis juntos.

10. Repasad los apuntes de nuestras lecciones. Haceos preguntas sobre cada autor y cada concepto, y relacionadlas con lo que os sucede.

11. Sed alegres como el sol, indomables como el mar.

12. No digáis palabrotas, y sed siempre amables y educados.  

13. Ved películas con diálogos conmovedores (si es posible en inglés) para mejorar vuestra competencia lingüística y vuestra capacidad de soñar. No dejéis que la película acabe con los títulos finales. Revividla mientras vivís vuestro verano.

14. Bajo el sol deslumbrante o en las noches cálidas, soñad cómo puede y debe ser vuestra vida. En verano buscad la fuerza para no rendiros nunca, y haced todo lo posible para perseguir ese sueño.

15. Sed valientes, esforzados y buenos. 

jueves, 4 de junio de 2015

Soneto: Desengaño de los Recortes

A Esperanza y Lucía, in memóriam


DESENGAÑO DE Los recortes


Pobre es el profe que de Aguirre fía,
y pobre el que sus pautas obedece;
pobre es el estipendio que se ofrece
en pago de su pobre tutoría.

Pobre es el gusto, y pobre la alegría
que la orden de recortes desvanece;
y yo diré que es pobre a quien parece
que no miente al hablar doña Lucía.

Llamaránme a mí profe recortado
cuando el aula sin desdobles se quedare.
Y como profe moriré quemado

cuando el alba corrigiendo me llegare.
Pues lideresas vanas son costosas;
y consejeras viles, afrentosas.


(c) Jaime González




sábado, 30 de mayo de 2015

Discurso del acto de graduación de Bachillerato. Instituto Doctor Marañón, 29 de mayo de 2015


Estimada comunidad educativa del IES Doctor Marañón, estimados graduados y graduadas, equipo directivo, profesorado, madres, padres y demás familiares, amigas y amigos: Gracias por acompañarnos en este acto con el que hoy se gradúa la promoción del 2º de Bachillerato de 2015. Muchas gracias, y por supuesto, enhorabuena a todos vosotros que hoy termináis vuestros estudios de Bachillerato.

Ya veis que he comenzado dándoos las gracias, y lo voy a seguir haciendo. Os damos las gracias por haber formado parte durante seis años de la palpitante vida de nuestro instituto; por haber llenado nuestras aulas con vuestras ilusiones y también con vuestras charlas, con vuestros sueños y también con vuestro sueño, con vuestras ocurrencias unas veces geniales y otras lamentables, con vuestra juventud y con vuestras hormonas, con vuestros sobresalientes y con vuestros patinazos. Las aulas quedan ahora vacías, mudas, anhelando y recordando vuestra presencia sin necesidad de que nadie deje estampado su nombre en el pupitre. El instituto Doctor Marañón, sin vosotr@s, los estudiantes que constituyen su riqueza y su razón de ser,  no contendría más que un aulario vacío en el que ningún profesor desearía estar destinado.

Sí, soy yo ahora, en nombre de todo el profesorado, quien os agradece haber asistido a nuestras clases, haber obedecido sin rechistar al despertador para venir al instituto, a veces superando serias dificultades materiales, de salud o personales para no faltar a clase. Gracias por no abandonar, por difíciles que hayan sido las circunstancias. La perseverancia puede con todo.

Gracias también por haber completado montañas de deberes y trabajos, gracias por haber estudiado tardes enteras, gracias por haberos presentado a cientos de exámenes, algunos muy comprometidos.

Y además, muchas gracias por haber aguantado con paciencia los innumerables discursos que solemos soltar los profesores. No temáis, este no nos llevará los 45 minutos habituales que dura una clase.

Pero por encima de todo, muchas gracias, porque al haber venido a clase puntualmente, durante todos estos años, habéis día a día ratificado con toda claridad la elección vuestra y de vuestras familias: Habéis elegido la ESCUELA PÚBLICA, LA QUE ES PARA TODAS Y PARA TODOS PORQUE ES DE TODAS Y DE TODOS. La escuela pública ES VUESTRA, Y CON VUESTRA AYUDA, LO SEGUIRÁ SIENDO TAMBIÉN de QUIENES VENGAN DESPUÉS y para QUIENES VENGAN DESPUÉS.

¿Y qué os lleváis vosotr@s después de estos seis años? Amigas, amigos, lo que os lleváis es mucho más que un título de Bachillerato y una resma de cuadernos usados. Los años de la educación secundaria son fundamentales para la formación de vuestra personalidad, para la adquisición de habilidades sociales, para el aprendizaje de estrategias de conocimiento y de trabajo, para tener una forma de ver del mundo, de comprenderlo y de estar en él.

Además habéis aprendido unos contenidos que son la base para que a partir de ahora podáis aprender mucho más de todo aquello que os interese. A menudo oímos quejarse a los estudiantes porque tienen que estudiar asignaturas impuestas, que no les gustan. Pues bien, amig@s, a partir de ahora podéis empeñaros en aprender por vuestra cuenta cada vez un poco más. Aprender no solo durante vuestra próxima fase de estudios universitarios o profesionales, sino cada día y durante el resto de vuestras vidas.

Todos los días podéis investigar en Internet sobre los campos de vuestro interés: Arte, Pensamiento, Letras, Ciencias, Tecnología. No os contentéis con lo que está en las programaciones oficiales, no os contentéis con lo que echan por la televisión o con los tópicos de moda en las redes sociales.

A partir de ahora se os supone la madurez para elegir y asimilar por vosotros mismos todos los conocimientos que deseéis o que abarquéis, y, siempre sin descuidar vuestras restantes obligaciones. Lo que habéis estudiado en Bachillerato es apenas una aproximación, un mapa de situación de la vastísima extensión del conocimiento humano, del que vosotros sois ya partícipes, y al que esperamos aportéis también vuestra próxima contribución.

El conocimiento que os lleváis ahora es una pequeña plantita que habéis de regar y cuidar con paciencia, con esfuerzo y con cariño, para que crezca y dé fruto hasta proporciones que todavía no sospecháis. Os voy a contar un secreto. Un secreto a voces, ¿no? Cuando acabé mis estudios universitarios, ni de lejos deseaba ser profesor. Ni mucho menos imaginé que me tocaría estar, treinta años después, pronunciando discursos de felicitación a los bachilleres recién licenciados.

La vida nos conduce a menudo por caminos inesperados, y por eso precisamente hay que estar preparado, siendo el conocimiento la mejor herramienta. Espero que los saberes, las actitudes y la educación que os hemos transmitido os resulten muy útiles, tanto directa como indirectamente. Por todo esto os ruego que no menospreciéis nunca lo poco o lo mucho que lleváis ahora con vosotros, que con el tiempo y vuestro esfuerzo os ayudará a salir adelante. No os lo figuráis, no; pero entre vosotros, tal vez no lo sabe aún, está un futuro profesor o profesora.

Alguna vez os lo he dicho en clase: No hace tanto que yo estaba ahí sentado en un pupitre como los vuestros. Visto así, no falta ya tanto tiempo para que alguno de vosotros sea el profesor que da las clases, y que lo haga por lo menos mejor de lo que yo he sabido hacer. Educar a los jóvenes es una enorme responsabilidad en la que solemos quedarnos cortos.

Perdonadme si alguna vez, por cansancio, por rutina o por dejadez, no os he insistido con mi palabra y mi ejemplo en los valores fundamentales que debéis cultivar. El respeto, la compasión, la bondad, la solidaridad, la curiosidad, la humildad, la comprensión, la paciencia, la amabilidad y por último, pero no por ello menos, el sentido del humor, que nos abre las puertas de la alegría.

Así quiero terminar, con la expresión de mi intensa y sincera alegría, formulando el deseo de que la alegría de este acto os acompañe durante el resto de vuestros años de formación. Os animo a decir conmigo: ¡Vivan los bachilleres del curso de 2015 del IES Doctor Marañón! Y ¡Viva la Escuela Pública!  
   

viernes, 29 de mayo de 2015

El sueño de Ares, nuevo libro de Rafael Narbona


Mi compañero y amigo Rafael Narbona publica su segundo libro. El sueño de Ares es una recopilación de relatos literarios que comparten temas y escenarios dominados por la violencia, la guerra y los enfrentamientos entre humanos. 

Rafael Narbona nos ofrece en estos quince relatos un panorama de violencia y destrucción en el que toman la voz tanto víctimas como verdugos: la guerra civil española, la caída de Berlín o la defensa de Stalingrado son escenarios de algunos de estas narraciones, pero no es necesaria una guerra para el triunfo de la desolación: hooligans, delincuentes, mafiosos y pistoleros se pasean igualmente por estas historias a las que también se asoman personajes como Edgar Allan Poe o Walter Benjamin para darnos su visión del porqué de toda esta violencia que Ares sueña y de la que los hombres aún no han conseguido despertar.

Narbona, narrador de raza, analiza con acierto el miedo y el espanto generalizados, a los que unos pocos intentan hacer frente con cierta dignidad. No existe el heroísmo, escasea la compasión, desapareció el amor. Donde la épica clásica ensalzaba las virtudes guerreras, Rafael Narbona desenmascara las justificaciones del poder, los pequeños y grandes egoísmos que resultan en desprecios de la vida y de la lógica.

Narbona es un guía experimentado que tiene lo necesario para emprender esta misión. Su visión certera le sirve para identificar inequívocamente los personajes y delimitar su posición exacta en el campo de batalla. Sabe empuñar la pluma con pulso firme y manejarla como un preciso instrumento de disección, clavándola hasta lo más hondo si es necesario. (Fragmento del prólogo) 

Desde esta página http://www.minobitia.es/ares es posible descargar el prólogo y los dos primeros capítulos, así como adquirir el libro en formato de papel o electrónico. 

Sobre estas líneas, un momento de la presentación del libro, en el que participé como prologuista, junto a su autor Rafael Narbona. 



viernes, 22 de mayo de 2015

Sísifo en el ápice

En la Odisea se nos relata la historia de Sísifo, padre de Odiseo. Por alguna falta que cometió, pero que no se nos comenta, fue condenado a  un castigo eterno castigo, que consistía en empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada hasta conseguir colocarla en su cumbre. Antes de que alcanzase la cima la piedra perdía el equilibrio y rodaba hacia abajo, desde donde Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, una y otra vez, interminablemente. 

Albert Camus escribió a partir de este tema su ensayo El mito de Sísifo, considerado un clásico de la filosofía moderna. Yo he pergeñado un artículo mucho más modesto, para su publicación en Hyperbole.es



* * * 
Si Sísifo no hubiese sido tan bobo como Sissi, se habría dado cuenta mucho antes de las bondades de la cuña; una de las siete grandes máquinas estudiadas por Arquímedes. Oportunamente colocada entre la pesada pétrea mole y el plano más que inclinado, la bola se bloquea en equilibrio aceptable. La masa de piedra reposa sobre un humilde calzo de madera que la calza, la acuna, la acuña, la encoña. Solo es un pedacito de palo, pero consigue detener la inexorable gravedad mucho mejor que jornadas enteras de hombros y riñones. Y sin esfuerzo. Hay que pensar más, Sísifo.

Cómo no se me habría ocurrido antes, se dice Sísifo a sí mismo. Detiene Sísifo su esfuerzo y así recupera el resuello. El paisaje desde arriba, desde el pináculo, es por fin contemplado con calma. Al cabo de un rato de descanso, Sísifo, hijo de Eolo y padre de Odiseo, comprende que ha empleado toda su vida subiendo y bajando por las cuestas de lo que podría ser una gran pirámide. Si Sísifo hubiese leído más, sabría que el Dédalo que diseñó su suplicio no tenía que ver con los egipcios: Se llamaba Abraham Maslow.


Sísifo, después de media vida embruteciéndose gracias a su esfuerzo laboral, consigue poner en funcionamiento su abotargado cerebro. Se dice: Toda la vida trepando, subiendo y bajando por una pirámide de necesidades para esto. Cinco minutos de descanso mientras aguante la cuñita de madera. 

* * *
Continua leyendo el artículo completo en Hypérbole.es : http://hyperbole.es/2015/05/sisifo-en-el-apice/ 

lunes, 13 de abril de 2015

Dadá en el aula


Para hacer un poema dadaísta

Tristan TZARA


Coja un periódico.
Coja unas tijeras.
Escoja en el periódico un artículo de la longitud que cuenta darle a su poema.
Recorte el artículo.
Recorte en seguida con cuidado cada una de las palabras que forman el artículo y métalas en una bolsa.
Agítela suavemente.
Ahora saque cada recorte uno tras otro.
Copie concienzudamente
en el orden en que hayan salido de la bolsa.
El poema se parecerá a usted.
Y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante, aunque incomprendida del vulgo.


Un ejemplo:

cuando los perros atraviesan el aire en un diamante como las ideas y el apéndice de la meninge señala la hora de despertar programa (el título es mío) premios son ayer conviniendo en seguida cuadros / apreciar el sueño época de los ojos / pomposamente que recitar el evangelio género se oscurece / grupo el apoteosis imaginar dice él fatalidad poder de los colores / talló perchas alelado la realidad un encanto / espectador todos al esfuerzo de la ya no es 10 a 12 / durante divagación caracoleos desciende presión / volver de locos uno tras otro sillas sobre un monstruosa aplastando el escenario / celebrar pero sus 160 adeptos en paso en los puestos en mi nacarado / fastuoso de tierra plátanos sostuvo esclarecerse / júbilo demandar reunidos casi / de ha la uno tanto que le invocaba de las visiones / de los canta ésta ríe / sale situación desaparece describe aquella 25 danza salve / disimulé todo de no es fue / magnífica la ascensión tiene la banda mejor luz cuya suntuosidad escena me music-hall / reaparece siguiendo instante se agitar vivir / negocios que no prestaba / manera palabras vienen esa gente

Tristan Tzara. De: Siete manifiestos DADA
Tusquets editor, Barcelona, 1972


La Literatura no solo debería estudiarse mediante la lectura, la escucha y la crítica. También es necesario estimular la creatividad, repetir los intentos de quienes escribieron antes que nosotros. El Dadaísmo es una tendencia creativa muy provocadora que se puede ensayar en el aula, dando lugar a textos y situaciones completamente sorprendentes. 

La creatividad implica correr riesgos, sí. Por ponerlo en palabras de mi admirada Deanna Bogart: "Nada daña más a la creatividad que la seguridad. En el arte, como en la vida, no conseguirás nada mágico si no estás dispuesto a arriesgarte a que el tren descarrile.






 Nothing hurts creativity like safety. 
In art, as in life, you can't have the magic if you're not willing to risk the train wrecks.

Deanna Bogart  









Lo que no me esperaba el día que propuse a mis padawan escribir un poema dadaísta era que el tren se acabara saliendo de las vías. No importa. Por lo menos conseguí tema para escribir un artículo. Todo por la creatividad. 


Continúa leyendo el artículo en Hypérbole:
Cómo convertir una clase de Literatura en una performance de Dadaísmo. 

jueves, 12 de febrero de 2015

Belleza Revelada (Soneto)



Aludes de luz, graciosas gacelas,
sensuales como damas altaneras.
Torres de marfil, dulces compañeras,
fontanas de miel en cumbres gemelas,

coronadas de rosas centinelas
que vigilan atentas sus laderas. 
Globos gloriosos, celestes esferas
cuya belleza oculta me revelas. 

Quisiera ser leal depositario
del precioso retrato de tus senos
henchidos de ternura, tan süaves,

y gozar el placer extraordinario
de mirarlo cuando te eche de menos
y guardarlo después con siete llaves. 

(Jaime González, 31.01.2015)

Una de las piezas más insólitas del Metropolitan Museum of Art de Nueva York es el cuadro que abre estas líneas: Beauty Revealed, un autorretrato de la miniaturista Sarah Goodridge. Este es el tema del artículo que he escrito para la revista Hypérbole, que se publicará con motivo de la festividad de San Valentín. 

A veces los grandes amores residen en pequeñas anécdotas, al modo en que los formatos diminutos pueden contener obras de gran valor artístico. Nuestra protagonista se llama Sarah Goodridge, nacida el 5 de febrero de 1788 en la jovencísima república de los Estados Unidos de América, el mismo día en que su estado natal, Massachusetts, ratificaba la Carta Magna para convertirse en el sexto estado de la Unión. Solo hacía 12 años desde la firma de la Declaración de Independencia de 1776, en la que se proclamaba como una verdad evidente que todas las personas son iguales al nacer y que tienen ciertos derechos inalienables, como la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad.

El artículo continúa en Hypérbole.es: 
Sarah Goodridge versus el sexting. Cuatro movimientos y un soneto.  





viernes, 6 de febrero de 2015

Teo en la Gran Vía

A Rafa Narbona, buscador incansable
Las iglesias se convirtieron en parques temáticos. Las bolsas y los mercados son garitos de juego donde se ofrecen sacrificios humanos al dios Dinero, esa abstracción intangible. La teletienda hierve con predicadores que ofrecen salvaciones eternas al increíble precio que aparece en pantalla y ofertando dos al precio de una. Las oraciones colectivas al toque del almuecín repiten la coreografía exacta de los congresos de Nuremberg.

Pero Dios sigue por ahí perdido, vagando, jugando al escondite, porque es eterno y el tiempo le sobra para malgastarlo como guste. No me gusta llamarlo Dios. Yo prefiero llamarlo Teo, que parece más informal, con su jersey de rayas, sus rizos pelirrojos y su sonrisa bobalicona. Nadie llama bobalicón a Teo, así que mejor lo cambiaremos por “Sonrisa etrusca”.

Por la mañana Teo se balancea con las hojas del árbol al viento. Por la tarde Teo asiste al funeral que un niño oficia por su mascota en un parque de áspera tierra. A la noche Teo deambula entre las ruinas de un campo de batalla o de un antiguo hospital, listo para gastar bromas a los cazafantasmas que vienen a grabar psicofonías.

Teo está harto de que lo traten como un cajero automático. Teo huye de los templos mientras hay familias que duermen en la calle a mayor gloria de los bancos rescatados. Teo ayuda a los que se ayudan a sí mismos sin pisar al prójimo. A Teo le gustan las personas que ayudan a los demás, pero no premia este comportamiento, porque si lo hiciera, la generosidad dejaría de serlo para llamarse inversión.

No sé por dónde se mueve Teo porque, ya lo dije, el escondite es su juego favorito, y bueno, ni puedes soñar con ganarle. Una vez creí verlo en un pedazo vacío de asfalto, mientras buscaba aparcamiento para mi coche. Desde luego, cuando bajé del coche ya no estaba allí. En otra ocasión se puso a jugar al bingo en mis narices, ¡siendo así que yo aborrezco la lotería y los juegos de azar!  Y eso por no explicar las bromas que gasta el tío, que uno no sabe ya cuándo acaba la gracia y empieza la putada, o al revés. Total, que uno a veces, lógicamente, se harta y prefiere pasar de él una temporadita.

Pero lo que mejor se le da - si está de buenas - es hacer de relaciones públicas. Un día nos presentó, me presentó a mi amigo Rafael Narbona. Eso fue un poco antes de que yo descubriera que Rafa era mi hermano. Rafa un día, de milagro, se encontró a Teo por la Gran Vía. Cuando te pasa una cosa así no es realmente una suerte; más bien es un accidente. Y suele pasar desapercibido. Porque Teo revela (apokalyptein) y esconde (kryptein), según parámetros totalmente libres y gratuitos, es decir, como le viene en gana.

Yo sí que tengo suerte de tener a Rafa por amigo, que como buen profesor, explica las cosas con toda claridad. Y además va y me lo dedica. Gracias, hermano. Estos son los pequeños milagros que nos dejan meditabundos, rumiando su efímera agridulzura, durante un ratito antes de dormirnos.


martes, 13 de enero de 2015

Raymond Queneau versus la Literatura española: cuatro ejercicios de estilo

En el S, a una hora de tráfico. Un tipo de unos veintiséis años, sombrero de fieltro con cordón en lugar de cinta, cuello muy largo como si se lo hubiesen estirado. La gente baja. El tipo en cuestión se enfada con un vecino. Le reprocha que lo empuje cada vez que pasa alguien. Tono llorón que se las da de duro. Al ver un sitio libre, se precipita sobre él.
 
Dos horas más tarde, lo encuentro en la plaza de Roma, delante de la estación de Saint-Lazare. Está con un compañero que le dice: "Deberías hacerte poner un botón más en el abrigo." Le indica dónde (en el escote) y por qué.


Raymond Queneau, Ejercicios de estilo

  
Jamás tan breve asunto dio para tanta literatura. Un día cualquiera, una anécdota insignificante en un ómnibus parisién de la línea S. Por desgracia para los habituales de los eventos culturales y recreativos al estilo Bloomsday, desconocemos el día, el mes y el año. No sabemos qué impulsó al francés Raymond Queneau para elegirlo como tema de un opúsculo titulado Dodecaedro (1942), que consistía en una docena de repeticiones del trivial suceso desde distintas perspectivas.

El esperable y oportuno rechazo del editor desencadenó una hiperactiva multiplicación del texto, detenida por Queneau al alcanzar su nonagésimo nona versión. Nace así Exercices de style (1947), monumento a la creatividad para unos, piedra de escándalo para otros.

Referir cien veces la misma historia al lector, ¿es un alarde de ingenio o una petulancia capaz de irritar al más paciente? Quienes somos padres de familia y hemos tenido que narrar, noche tras noche durante meses, el inevitable desahucio de Los tres cerditos, el paseo por el lado salvaje de Caperucita Roja o la frenética necesidad de aprobación de Cenicienta, sospechamos que a menudo el narrador se fatiga antes que los narratarios. De ahí la necesidad de cambiar el ritmo o el tono, el juego de retorcer la trama sin alterarla definitivamente hasta el punto en que los exigentísimos oyentes protesten: “¡Nooo! ¡Que así no es!”


En nuestro actual panorama literario y cultural, se echan de menos escritores que, como Queneau, arriesguen, experimenten y hasta improvisen en busca de otras visiones del relato, persiguiendo no ya el virtuosismo, sino la ruptura que supone una nueva expresividad. No estaría de más cultivar la excelencia literaria… si no fuera por la suficiencia de editores y lectores, que, abonados a los sólitos argumentos y tratamientos, claman una y otra vez: “¡Nooo! ¡Que así no es!”

Como profesional docente del ramo, me pregunto si la forma en que se enseña la Literatura española en las aulas ayuda a despertar la apreciación de una expresión variada, original, novedosa. Los estudiantes se dan por satisfechos con enterarse de cómo termina el argumento — al final, ¿el héroe se muere o se casa? — sin fijarse en la arquitectura de la obra, en la organización del discurso o en las connotaciones de la trama. Leer entre líneas es tan difícil de aprender que muchos solo perciben espacios en blanco. 


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