viernes, 3 de abril de 2020

Memes de la Literatura Española (IV) - El ingenioso meme don Quijote de la Mancha

No hay en toda la Literatura de lengua hispana — y acaso en la universal — un meme más exitoso que don Quijote. Pausa respetuosa y valorativa. 

Es mencionar el nombre del personaje e inmediatamente vienen a la mente todo tipo de imágenes asociadas: Un tipo larguirucho con armadura y una palangana en la cabeza. Molinos. Un rústico panzudo. Gigantes. Batallas campales con ovejas. La Mancha. Campesinas que apestan a ajo. Discursos. Exgaleotes que abrazan la libertad sin pizca de agradecimiento. Barataria. Un verano interminable. Palizas. El caballero del verde gabán. Conversaciones filosóficas por la inmensa meseta. Una hoguera de libros organizada por un cura como paradigma de crítica literaria. Apedreamientos. El caballero de los espejos. Risas. Odres de vino apuñalados. Rocinante. Las voces del mísero manteado. Poemas. El caballero de la blanca luna. Burlas. La condesa Trifaldi y las dueñas barbudas. Molimientos de huesos. Marcela, la pastora feminista. Dientes rotos. Ventas donde se citan arrieros, mozas, fugitivos y las fuerzas de seguridad. Llantos. Penitencias escatológicas en Sierra Morena. Sobresaltos. Maese Pedro reclamando el coste de sus moros descabezados. Desgracias. Las dichosas novelas intercaladas. Cuchilladas. La cueva de Montesinos. Mojicones. Árboles llenos de pies y piernas humanas. Palos. Clavileño como prototipo de la propulsión a chorro. Coces. Dulcinea. Efusión de sangre. Recobrar la razón para morir.


O como diría el Bardo: «One does not simply write Don Quixote».
Uno no llega y escribe así como así una novela de 378.591 palabras, y yo no soy quién para destriparla. Léala por sí mismo el desocupado lector de estos apuntes o, si no, busque en enciclopedias quien se la resuma en buena hora. Si el lector ha superado el Bachillerato o al menos la ESO, seguro que no necesita esta recomendación.

A partir de la publicación de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha en 1605 se sucedieron todo tipo de réplicas del meme. Continuaciones falsas, secuelas auténticas, romances, comentarios, exégesis, bibliografía para parar un molino, grabados, pinturas, todo tipo de representaciones gráficas en dos y tres dimensiones, teatralizaciones, películas, televisión, musicales, dibujos animados — desde la serie de Romagosa a Donkey Xote pasando por Don Coyote y Sancho Panda — , además de iconografía comercial y publicitaria para todo tipo de productos; culturales o alimenticios, suntuarios o populares. Todo ello con una abundancia cuyo caudal no afloja al paso de los años. La penúltima incorporación por ahora: memes de Internet. 




¿Cabe imaginar mayor éxito para un meme, literario o no? Don Quijote es un meme tan exitoso y arrollador que su conocimiento, alcance e influencia se extiende incluso sobre quienes no han leído su libro ni sueñan con leerlo. No es pequeño mérito teniendo en cuenta que la lectura se considera imprescindible para los memes literarios. En cierto modo el propio hidalgo lo había profetizado mientras paseaba en mulo por Barcelona: Mire vuestra merced, señor don Antonio, que hasta los muchachos desta ciudad, sin nunca haberme visto, me conocen.” (DQ II, cap. LXII)

El autor de tamaño meme atiende por Miguel de Cervantes (1547-1616), personaje él mismo de vida novelesca, por no decir de lo más achuchada. Su biografía, llena de altibajos y claroscuros, ha sido a su vez reconstruida y narrada como novela por insignes cervantistas. Mucho de lo que se afirma sobre Cervantes son conjeturas sujetas a discusión. Ni siquiera es seguro que el retrato que le asociamos, atribuido a Juan de Jáuregui, le corresponda realmente. Pero ya veremos que esto de deconstruir y reconstruir la realidad es muy cervantino. Sus orígenes familiares no son muy claros, lo que tiene su lógica si tal como se presume, habían sido conversos. Largamente fue discutido su lugar de nacimiento y al final se optó por aceptar la candidatura de Alcalá de Henares, si bien eso no aporta nada especial ni a su personalidad ni a nuestra historia. 

En 1569 viajó a Italia para embeberse de su cultura renacentista. O quién sabe, tal vez sea más exacto decir que huyó de España para eludir una orden de busca y captura por lesiones, y vagabundeó por Génova, Florencia y Roma hasta colocarse de lazarillo, o sea, sirviente, de un clérigo con rango de cardenal. Cambió su destino de buscavidas aspirando a la gloria del soldado e ingresó en la infantería de marina española. Poco después participó en la decisiva y sangrienta batalla de Lepanto (1571), definida por Cervantes como “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.” No exageraba mucho. A mi pobre entender, solo las terribles batallas navales de Midway y del Golfo de Leyte en la Segunda guerra mundial pueden compararse a Lepanto en cuanto a volumen de naves, combatientes, pérdidas e importancia estratégica. Desconozco si tal vez combatió en ellas algún novelista de la generación beat o algún autor de haikus.


Miguel de Cervantes meditó largamente la imagen que quería legar a la posteridad en el prólogo a las Novelas Ejemplares.
En todo caso, el soldado Cervantes no recibió como recompensa por su valor sino un arcabuzazo que le hirió en la mano izquierda, impidiéndole su uso completo. Cuando estaba volviendo a España para licenciarse en 1575, fue secuestrado por piratas turcos junto a su hermano Rodrigo. Un incidente que demoró cinco años su regreso a casa, encerrado con otros cautivos en una prisión de Argel. Cinco años que entretuvo con otros tantos intentos de fuga, todos ellos frustrados y castigados con palizas de distinta intensidad. Allí aprendió a tener paciencia en las adversidades. Anteponiendo la valentía y el amor por la libertad a todo lo demás, debió repetirse: “Bien podrán quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible”.

Instalado ya en España, empieza a escribir y en 1585 publica La Galatea, novela pastoril de éxito muy discreto, aunque él no se cansaba de recomendarla por todas partes. Prueba también a estrenar sus piezas teatrales, pero carecen de atractivo ante las comedias de Lope de Vega. Ni las armas ni las letras han dado fortuna a Cervantes. Busca una ocupación con que ganarse la vida y mantener a su extraña familia: una hija extramatrimonial, una esposa con la que apenas convive y dos hermanas a las que las gentes llaman Las Cervantas

Se le niega la oportunidad de emigrar a América, pero finalmente consigue un puesto de comisario de abastos para la Armada de Felipe II, derivándose posteriormente a recaudador de impuestos. Unas irregularidades en cuanto a los ingresos bancarios correspondientes dan con los huesos de Miguel de Cervantes en el fondo de una mazmorra sevillana durante cuatro meses de 1597. Allí, habiendo fracasado todas sus tentativas literarias y laborales, ha de concebir al protagonista de la primera novela moderna. 

El hidalgo llamado Alonso Quijada, Quesada o Quijana comparte con usted y conmigo la afición por la lectura. Su interés monotemático se centra en los memes de caballerías, relatos de aventuras épicas cuyos superhéroes, universos y supervillanos conoce al dedillo. Sus discusiones con el cura de su pueblo acerca de quién vencería en un hipotético combate entre Palmerín de Inglaterra y Amadís de Gaula no dejan lugar a duda: Don Alonso es el primer friki literario.


DQ, I, cap. I : Las decisiones financieras del hidalgo no parecen muy sensatas.
Su afición se intensifica hasta resultar incomprensible para quienes lo rodean. Vende propiedades de cultivo para adquirir más libros de caballería. Rescata del trastero armaduras, lanzas y adargas antiguas de sus antepasados que — si se usaron en la guerra de Granada — llevaban más de un siglo oxidándose; se las prueba; y finalmente customiza el yelmo con un añadido de cartón. Nuestro hidalgo friki acaba de inventar el cosplay. 

El narrador nos dice que “del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio”. Pero haremos bien en desconfiar del narrador: un inconsistente, chapucero y seguidor de fuentes diversas de fiabilidad más que dudosa, entre ellas el mentiroso Cide Hamete Benengeli. Y todavía tiene el descaro de afirmar en el primer párrafo que no se va a apartar ni un punto de la verdad.


DQ I, cap. I. Cuando lea esto, sepa que están a punto de engañarle.

No, don Alonso no estaba loco. Lo que pasó por su celebro mientras estaba disfrazado de caballero andante fue una tentación irresistible: ¿Y si dejo de ser un oscuro pequeño propietario lector de memes para convertirme yo mismo en un meme caballeresco y literario? Un meme que, pasado el tiempo, venza a todos los demás, a Palmerín, a Amadis, al mismo Ruy Díaz. Viéndose en el espejo aderezado con sus armas y rodeado de libros impresos, imaginó y se impuso como meta que se habría de escribir la novela, el meme, de sus aventuras. Soñó que su libro sería leído por todos, que se imprimiría en distintos formatos, que se reimprimiría cada año, siglo tras siglo, que se estudiaría en escuelas e institutos, que se expandiría sin límite, que se traduciría a tantos idiomas como la Biblia. En su alucinación bisbiseaba el meme egoísta de don Quijote como la serpiente bíblica: Y seréis como dioses.

El plural, claro está, abarca tanto al personaje como a su creador. En la oscura celda sevillana, igual que el hidalgo, Cervantes sueña con la libertad. Sueña con sacudirse las cadenas de la mediocridad imperial, con superar de una vez por todas sus fracasos y con resarcirse de un amor por las letras y las armas que no le había deparado más que heridas, sinsabores y prisiones. El mísero reo Migueliyo er manco, indomable ante las palizas, cae seducido, hipnotizado por la misma alucinación del hidalgo. La imaginación engendró a don Quijote, don Quijote al escritor, y el escritor a don Alonso. (...)
 
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