domingo, 18 de mayo de 2025

Soneto a las amistades peligrosas

Ilustración por Jaime González 

 

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?

¿Qué en mi foto de perfil has visto

que a mis redes sociales imprevisto

mandas solicitudes prematuras?

 

¡Oh, cuánto sugerentes criaturas

me asedian! ¡Qué huidizo me resisto

si sé que le envías a todo cristo

lisonjeras propuestas de aventuras!

 

¡Cuántas veces un texto me decía:

Adoro cuanto subes. Sé mi amigo;

seductoras ofertas yo te haría!

 

¡Y cuántas veces, como a un testigo

de Jehová, Nanay le respondía,

para luego ir por un yogur al frigo!


Por Jaime González, 2025

***

Como ya habréis notado, esta es una variación cómica del conocidísimo soneto del gran Lope de Vega "¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?":  

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, 
que a mi puerta cubierto de rocío 
pasas las noches del invierno oscuras? 

¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras
pues no te abría! ¡Qué extraño desvarío 
si de mi ingratitud el hielo frío 
secó las llagas de tus plantas puras! 

¡Cuántas veces el Ángel me decía:
«Alma, asómate agora a la ventana, 
verás con cuánto amor llamar porfía!» 

¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía, 
para lo mismo responder mañana!
Félix Lope de Vega, siglo XVII



 


lunes, 12 de mayo de 2025

Reseña de La duquesa salvaje. Un paseo por el lado desconocido y salvaje de la Historia.


 

La periodista y escritora Marta Cibelina acaba de lanzar al mercado la novela La Duquesa Salvaje. Bajo este título se alude a la infanta María Luisa Borbón Vallabriga (1783-1846), protagonista del libro junto a su hermana y contraparte María Teresa (1780-1828), la célebre condesa de Chinchón del retrato de Goya. La autora había publicado anteriormente el ensayo histórico-sexual Los Borbones y el sexo, que presenta algunas concomitancias con la presente obra.

 

Concebir y escribir una novela histórica no es tarea sencilla, y menos si se tiene un mínimo de respeto por la investigación y documentación necesarias. Indagar en los hechos históricos requiere dedicar semanas y meses a sumergirse en archivos y bibliotecas a la búsqueda de datos, textos y contextos escondidos por la entropía del tiempo. Un trabajo que podría frustrar y hasta desengañar a quien comience un proyecto de este tipo. No es el caso de Marta, que se ha lanzado como tal mustélido entre libros y legajos rastreando la memoria de las hijas del infante Luis de Borbón para ofrecernos este trepidante relato. 

Veterana del periodismo, Marta Cibelina tiene además la habilidad de comprender profundamente la psicología del personaje y expresarla en trazos rápidos. Surge así la figura de María Luisa, que pasa de ser una olvidada borbona de segunda fila a una mujer fieramente humana, con sus anhelos y sus contradicciones, que se debate entre su ansia de libertad y de cariño y la lógica perversa de la monarquía que obliga a los matrimonios de conveniencia concebidos como moneda de canje. 

 

María Luisa de Borbón, retratada por Goya en 1801.

La duquesa María Luisa se explica en primera persona, con soltura y en un registro coloquial propio de nuestros días, como si nos estuviera poniendo al corriente desde la ultratumba. Así vamos conociendo la mezquindad de Carlos III, la necedad de Carlos IV, la perfidia de la reina consorte María Luisa, el despotismo ilustrado y obsceno de Godoy, la perversión de Fernando VII, y el resentimiento de su hermana María Teresa, víctima de un mal casamiento que acaba haciéndola renegar de la institución monárquica. Porque, efectivamente, cuanto más se conoce el funcionamiento de la dinastía borbónica, más se acerca uno a los ideales republicanos. 

 

Maria Teresa, condesa de Chinchón, retratada por Goya en 1800.


La voz de María Luisa se va alternando en la narración con otras voces femeninas: la de María Teresa, la de Pepita Tudó y la de la autora Marta Cibelina que va apostillando el relato y comentando sus propias dificultades durante la composición del texto. Esta polifonía subraya el punto de vista de la mujer, tantas veces relegado en la historiografía tradicional; error que nos ha costado privarnos de la mitad de la historia, de la mitad de la vida social y afectiva, de la mitad de las opiniones y filosofías que puede aportar la experiencia humana.

Efectivamente, encontramos en esta novela la expresión resuelta y desinhibida de una mujer que va explicando la rigidez de las familias patriarcales, la educación de los conventos de monjas, la dificultad de las relaciones entre hermanas, el matrimonio como institución de sometimiento, la corrupción de la corte borbónica… Pero también la discreta rebelión de María Luisa mediante las frivolidades y coqueterías galantes, así como su despertar salvaje a la sexualidad y a la afectividad en un ambiente donde el amor lo tiene todo en contra. Y parece mentira que, como la mayoría de los varones que desfilan por la novela, nos hayamos estado perdiendo este punto de vista femenino que tanta falta nos hace.

Todo ello narrado con total proximidad, en un oficio de convocar y escuchar las voces de los muertos que nos hablan desde la Historia, en un diálogo con sus estampas y figuras, como puede apreciarse en la siguiente cita:

 

 “¿Alguna vez os habéis preguntado qué extraña fascinación os hace quedaros parados delante de un cuadro, con el corazón y los ojos enganchados a él? No siempre es la maestría del pintor. Somos nosotros, los retratados, los muertos allí plasmados quienes os retenemos. Otros han desatado su imaginación. Un retrato es una ventana al más allá, o yo debería decir al más acá. Una mirilla por la cual podéis comunicaros con nosotros y sentir lo que sentimos.”

 

La duquesa salvaje reúne todos los ingredientes de un buen melodrama: familias complicadas, desamores, celos, escándalos, ambición, erotismo, vicios inconfesables y alguna sorpresa histórica. Todo ello narrado a buen ritmo y con un registro desenfadado, lo que la hará muy accesible para su disfrute a un amplio sector de lectoras y lectores.