domingo, 9 de marzo de 2025

Prefacio de El otoño del patriarcado, por Óscar Sánchez Vadillo




Óscar Sánchez Vadillo
ha publicado El otoño del patriarcado, una colección de ensayos sobre grandes mujeres pasadas y presentes en relación con la cultura actual y el feminismo. En este volumen se suceden todo tipo de textos en alegre convivencia: Hay mera exposición, hay sátira, hay evocación histórica, hay apología y hay crítica cultural. Por sus páginas van desfilando desde Jane Austen a Susan Sonntag, pasando por Aretha Franklin, y hasta Sor Juana Inés de la Cruz. 

 En este volumen he colaborado haciendo las ilustraciones de portada e interior. Desde la portada nos saludan algunas de las figuras objeto de ensayos en el libro: la estrella del pop Madonna, la política Yolanda Díaz, y las escritoras Carson McCullers, Djuna Barnes y Virginia Woolf.

A continuación podéis leer el prefacio con que Óscar Sanchez Vadillo, compañero y profesor de Filosofía, comienza el libro.

 …………… 

Decía Sigmund Freud, costillita de Eva como todos nosotr@s, que hay tres profesiones que son completamente imposibles: gobernar, enseñar y psicoanalizar. Son imposibles, según el Gran Jefe Freud, porque nada ni nadie puede garantizar que vayan a salir como el oficiante desea, por mucha experiencia y empeño que ponga en el asunto. Es decir, que siempre el tiro te puede salir por la culata, a diferencia, por ejemplo, de construir una presa, que habitualmente suele funcionar bien y dar resultados garantizados. Yo soy poco o nada freudiano, en realidad, no me gustan sus remedios y todavía menos sus planteamientos, pero como soy profesor, esa idea suya me parece encantadora. Efectivamente, gobernar y enseñar son imposibles, pero no solo porque puedan terminar mal, muy mal, sino porque es absolutamente imprescindible para su ejecución la colaboración voluntaria de los demás. Puedes obligar al prójimo a trabajar contra su voluntad, incluso a comer contra su voluntad, pero si obligas a los demás a asumir tu mando o a aprender a la fuerza ni están de verdad siendo dirigidos por ti ni instruidos por ti en absoluto. Lo que estás consiguiendo, muy al contrario, es disuadirlos para siempre de la posibilidad de todo gobierno justo, o de todo aprendizaje provechoso...

Rosa Parks en el autobús. 



 Lo mismo sucede también, creo, con la lectura. Es imposible forzar a nadie a leer, ni con la mejor de las intenciones posibles. Si a alguien no le gusta leer, o lo encuentra absurdo y tedioso, no hay nada que hacer. Como para ser enseñado o gobernado, el lector necesita permitir al libro entrar en su interior, abrazando la evanescente causa de la lectura. Para qué le vaya a servir después leer a ese alguien ni lo podremos determinar jamás ni importa demasiado. A Alonso Quijano le llevó a la locura, pero también a la inmortalidad. Adolf Hitler tenía una nutrida biblioteca, de la que había leído no poco en la juventud, y eso parece claro que no le hizo mejor persona. Un libro es siempre un libro secreto. Te encuentras un libro tirado en la calle y lo que contenga es un absoluto secreto para ti. Es igual que sea una novela barata de misterio ambientada en Malasia que un complejo tratado matemático de Topología: si no lo abres, le prestas atención deliberada y le das tu consentimiento expreso para dejarte penetrar por él no será más que un objeto extraño tirado en el suelo. Una colilla no, todos sabemos lo que es una colilla y cuál ha sido su humeante y humilde misión en este mundo. Pero el libro... a saber qué demonios lleva en su interior ese arcano artefacto. Y lo mismo vale para otras formas más simples o más sofisticadas (más sofisticadas que un libro es difícil, pero ya digo que hay muchos tipos de libros) de expresión cultural: o te dejas impregnar aposta o nunca entenderás cuál es el juego que se juega ahí, hablemos de teatro, pintura, rap o parkour... 

 Estos textos míos tratan de todo un poco: literatura, música pop, filosofía y hasta series o cómics. Pero tienen un hilo conductor, que no es únicamente la enunciación asertiva de mis gustos personales, que no tienen interés alguno como tales, sino un punto de vista feminista en general, o que aboga por poner el foco en la contribución de ciertas mujeres a la cultura humana, no siempre para bien. No es que yo tenga un propósito político especialmente marcado con respecto al feminismo, al que encuentro sencillamente racional y necesario, nada más pero tampoco nada menos, como trato de argumentar en algunas de estas líneas. Es que me gustaría más bien que cada breve consideración por separado de estas páginas sirviese de estauita o de idolillo para los pocos amig@s que aún tienen curiosidad por las cosas que escribo, o para mi madre, que me estimuló a leer, y también, ya puestos, para mi hija Sabina en el futuro, que ahora cuenta trece años y no se iba a enterar todavía de mucho. Aunque claro, el resto del mundo no está de ninguna manera excluido, sea mujer, hombre, trans o perro con gafas de leer de cerca, sino todo lo contrario. Es muy posible que ninguno de estos textos valga mucho, pero como soy docente no puedo evitar profesionalmente desafiar un tanto la imposibilidad de enseñar y/o aprender e incluso de enseñar a pensar aprendiendo yo mismo por el camino. Pues, como escribía Madame de Staël en el s. XIX: 

De una punta a otra del mundo, los amigos de la libertad se comunican gracias a las luces, del mismo modo que los hombres religiosos lo hacen a través de los sentimientos. […] Parece indudable que las luces son imprescindibles para elevarse por encima de los prejuicios: son ellas las que hacen palpitar el corazón como el amor o la amistad. Proceden de la naturaleza y ennoblecen nuestro carácter. Se diría que un sinfín de virtudes e ideas forman la cadena de oro descrita por Homero que, al vincular el hombre al cielo, lo libera de los grilletes de la tiranía. 



 
Óscar Sánchez Vadillo 
Kiros Ediciones
247 páginas. 
19,00 euros