jueves, 25 de septiembre de 2008

Dándole a la Lengua


Esto de ser profesor obliga a estar todo el día hablando. Calculo que en un día normal de trabajo puedo pronunciar entre 15.000 y 20.000 palabras en las horas de clase. En una sola sesión de clase puedo llegar, en algunos casos, a emitir casi 5.000 palabras. No puede negarse que me gano la vida dándole a la lengua. 

Y sin embargo, muchas veces las palabras se me quedan cortas para todo lo que quiero explicar. Ya sea por la limitación de tener que trabajar con 40 minutos de clase, ya sea porque a veces mi cerebro funciona más rápido que mi lengua, ya sea porque los programas vienen muy cargados de contenidos, el timbre siempre me pilla con algún concepto a medio desarrollar. ¡Rápido, rápido! Me tengo que ir; me esperan en la siguiente clase…

El ritmo en el instituto es tan endiablado que apenas puedo dedicar unos instantes a aclarar las dudas de los estudiantes. Quienes, a su vez, están ya pensando en el enrevesado problema de física o de genética que tienen que despachar en la siguiente sesión. Problemas, problemas, problemas. ¿Por qué se suicidó el libro de matemáticas...?
Prefiero pensar en soluciones. Internet, que nos enlaza en un momento con lo que sucede en la otra esquina del mundo, bien puede servir para acercarnos en la relación entre profesor y alumnos. Me gustaría que este blog o bitácora que hoy empezamos sirva para aclarar todo tipo de dudas, facilitar el aprendizaje, sugerir lecturas y abrir caminos hacia nuevos conocimientos. En definitiva, a llegar donde no alcanza la punta de mi lengua. ¿Quieren acompañarme? Sean todos bienvenidos.

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