martes, 17 de febrero de 2009

La ruina de Alonso Quijano: El Amadís de Gaula


La popularidad de los libros de caballería entre la población del siglo XVI era ciertamente desmedida. A falta de televisión u otros medios audiovisuales, se practicaba la lectura en grupo en voz alta de los libros, habilidad hoy ausente entre los escolares de la ESO. Francisco de Portugal relata, en 1670, la siguiente anécdota sucedida en un hogar donde seguían con gran interés las aventuras de Amadís de Gaula.
Vino un caballero muy principal para su casa y halló a su mujer, hijas y criadas llorando; sobresaltose y preguntoles muy acongojado si algún hijo o deudo se les había muerto. Respondieron ahogadas en lágrimas que no. Replicó más confuso:
-Pues, ¿por qué lloráis?
Dijéronle:

-Señor ,
¡ hase muerto
Amadís !
El impacto sería comparable al duelo que se desencadenó entre los seguidores del culebrón “Sin Tetas no hay paraíso” cuando murió el carismático personaje conocido como el Duque. Amadís de Gaula fue un gran héroe literario del siglo XVI, con un tirón comparable al de James Bond o Harry Potter. ¿Quién no deseaba abandonar el hastío cotidiano, la limitación de medios culturales, económicos o simplemente alimenticios, y echar la imaginación a volar?
Cuenta Cervantes que un terrateniente ocioso vendió parte de sus propiedades para comprar libros de caballerías con que combatir su aburrimiento. Poco tiempo después, unos furibundos críticos literarios expurgaron su biblioteca de lo que en su mayor parte eran libracos de poco fundamento. Entre los pocos libros que se libraron de la pira estaba precisamente el Amadís de Gaula de Garci Rodríguez de Montalvo. Así lo cuenta el manco de Lepanto:
"Y el primer libro que maese Nicolás le dio en las manos fue Los cuatro de Amadís de Gaula, y dijo el cura:
—Parece cosa de misterio esta, porque, según he oído decir, este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y todos los demás han tomado principio y origen deste; y, así, me parece que, como a dogmatizador de una secta tan mala, le debemos sin escusa alguna condenar al fuego.
—No, señor —dijo el barbero—, que también he oído decir que es el mejor de todos los libros que de este género se han compuesto; y así, como a único en su arte, se debe perdonar.
—Así es verdad —dijo el cura—, y por esa razón se le otorga la vida por ahora. Veamos esotro que está junto a él.
—Es —dijo el barbero— Las sergas de Esplandián, hijo legítimo de Amadís de Gaula.
—Pues en verdad —dijo el cura— que no le ha de valer al hijo la bondad del padre. Tomad, señora ama, abrid esa ventana y echadle al corral, y dé principio al montón de la hoguera que se ha de hacer.
Hízolo así el ama con mucho contento, y el bueno de Esplandián fue volando al corral, esperando con toda paciencia el fuego que le amenazaba."

Pero esto, como veremos, forma parte de otra historia.
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Interesantísimo el enlace de la exposición organizada por la Biblioteca Nacional sobre Amadís de Gaula. No dejéis de ver este documento sobre los libros de caballerías creado para los estudiantes.

2 comentarios:

Turko dijo...

Y no hay que olvidar a otro lector de las caballerías que encontró una fuente de acción real en sus lecturas: Santa Teresa de Jesús. Me pregunto si Ignacio de Loyola también las leía...

Jaime González dijo...

No se me ocurre la forma de comprobarlo, pero bien podría el protojesuita haber sido uno de los lectores de Amadís. Por algo era militar, y aventurero.
En todo caso, me atrevo a opinar que el caracter fantasioso (y anárquico) del Amadís no encaja mucho con el estilo intelectual de la Compañía de Jesús... No, no me figuro como podría ser una hipotética Compañía de Jesús pasada por el filtro caballeresco. ¿Societas Quixotu? Tal vez, ya que no existe, haya que ir pensando en fundarla.