viernes, 16 de abril de 2010

Homenaje al libro (I)


Ya tenemos encima la semana cervantina y el día del libro. Quiero incorporar en las próximas entradas pequeños elogios del libro y que inciten a la alegría de la lectura. Abro la serie con un texto del gran Isaac Asimov, que en este artículo de los años ochenta comparaba al libro contra el videocasete. ¿Quién saldrá mejor parado...?

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(...) Cabría imaginar un videocasete miniaturizado que estuviese siempre perfectamente ajustado; que empezara a funcionar en cuanto uno lo mirara; que se parara en cuanto uno dejara de mirarlo; que pudiera avanzar o retroceder deprisa o despacio, a saltos o con repeticiones, a placer del usuario. Qué duda cabe que ése es el aparato de nuestros sueños: un videocasete que puede contener información sobre infinitos temas; que es autónomo, manejable, de escaso consumo de energía, perfectamente privado y sometido en gran medida al control de la voluntad. ¿Será solo un sueño? ¿Tendremos algún día un videocasete así? La respuesta es un sí rotundo. No es que lo vayamos a tener algún día, es que lo tenemos ya; para ser más exactos: existe desde hace siglos. El ideal que he descrito es la palabra impresa: el libro, la revista, un objeto ligero, privado y manipulable a voluntad.

¿Piensa usted que el libro, a diferencia del videocasete, no produce sonido e imágenes? Pues se equivoca.

Es imposible leer sin oír las palabras en la mente y sin ver las imágenes que producen. Y con la ventaja de que son sonidos e imágenes propios, no inventados por otros. Las imágenes y el sonido que ofrecen todos los demás medios de entretenimiento son “congelados”, y tienen un nivel de detalle que mejora con el avance de la tecnología. El resultado es que los medios exigen cada vez menos del usuario. Incluso se insertan cuñas musicales y risas pregrabadas para facilitar determinadas emociones en el cliente sin esfuerzo de su parte. La persona a quien le cuesta leer (y a la mayoría le cuesta) recurrirá a estos productos “congelados”, y seguirá siendo un espectador pasivo.

La palabra impresa, por el contrario, presenta un mínimo de información. Todo lo demás tiene que ponerlo el lector: la entonación de las palabras, la expresión de los rostros, la acción y el escenario han de ser extraídos de estas sartas de símbolos en blanco y negro. El libro es una empresa compartida entre el escritor y el lector, como ninguna otra forma de comunicación puede serlo.

Si usted pertenece a esa pequeña y afortunada minoría para quienes la lectura es fácil y agradable, el libro, en cualquiera de sus manifestaciones, le será irreemplazable e indestructible, porque exige participación. Por agradable que sea el papel de espectador, participar siempre es mejor.

Isaac Asimov

1 comentario:

El antipático dijo...

Él mismo cuenta la anécdota que dio origen a este artículo en la pág. 338 de la Autobiografía de 1992, en ediciones B. Te pirateo la foto amiguete.