A Rafa Narbona, buscador incansable
Pero Dios sigue por ahí
perdido, vagando, jugando al escondite, porque es eterno y el tiempo le sobra
para malgastarlo como guste. No me gusta llamarlo Dios. Yo prefiero llamarlo
Teo, que parece más informal, con su jersey de rayas, sus rizos pelirrojos y su
sonrisa bobalicona. Nadie llama bobalicón a Teo, así que mejor lo cambiaremos
por “Sonrisa etrusca”.
Por la mañana Teo se balancea
con las hojas del árbol al viento. Por la tarde Teo asiste al funeral que un niño
oficia por su mascota en un parque de áspera tierra. A la noche Teo deambula
entre las ruinas de un campo de batalla o de un antiguo hospital, listo para
gastar bromas a los cazafantasmas que vienen a grabar psicofonías.
Teo está harto de que lo
traten como un cajero automático. Teo huye de los templos mientras hay familias
que duermen en la calle a mayor gloria de los bancos rescatados. Teo ayuda a
los que se ayudan a sí mismos sin pisar al prójimo. A Teo le gustan las
personas que ayudan a los demás, pero no premia este comportamiento, porque si lo
hiciera, la generosidad dejaría de serlo para llamarse inversión.
No sé por dónde se mueve Teo
porque, ya lo dije, el escondite es su juego favorito, y bueno, ni puedes soñar
con ganarle. Una vez creí verlo en un pedazo vacío de asfalto, mientras buscaba
aparcamiento para mi coche. Desde luego, cuando bajé del coche ya no estaba
allí. En otra ocasión se puso a jugar al bingo en mis narices, ¡siendo así que yo
aborrezco la lotería y los juegos de azar!
Y eso por no explicar las bromas que gasta el tío, que uno no sabe ya
cuándo acaba la gracia y empieza la putada, o al revés. Total, que uno a veces,
lógicamente, se harta y prefiere pasar de él una temporadita.
Pero lo que mejor se le da - si está de buenas - es
hacer de relaciones públicas. Un día nos presentó, me presentó a mi amigo
Rafael Narbona. Eso fue un poco antes de que yo descubriera que Rafa era mi hermano. Rafa
un día, de milagro, se encontró a Teo por la Gran Vía. Cuando te pasa una cosa
así no es realmente una suerte; más bien es un accidente. Y suele pasar
desapercibido. Porque Teo revela (apokalyptein)
y esconde (kryptein), según parámetros totalmente libres y gratuitos, es
decir, como le viene en gana.
Yo sí que tengo
suerte de tener a Rafa por amigo, que como buen profesor, explica las cosas con
toda claridad. Y además va y me lo dedica. Gracias, hermano. Estos son los
pequeños milagros que nos dejan meditabundos, rumiando su efímera agridulzura,
durante un ratito antes de dormirnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario