Esta tarde ha venido a verme mi yo del
futuro. Traía un rostro simpático, el pelo blanco, las arrugas risueñas. Se reía
sin parar entre dientes. No de mí, sino de mis errores. Decía: “¡Pero cómo fuiste tan tonto durante tanto
tiempo! ¿De verdad llegaste a creer que las cosas eran como te imaginaste, y no
como era evidente que eran?” Se reía desde los pulmones; la risa le
rebotaba en el paladar y le atravesaba los dientes. “¿Cómo no te diste cuenta antes, cómo fuiste tan niño?” Yo – quiero
decir mi yo de ahora – al principio no sabía dónde meterme, bajaba la mirada
avergonzado. Amainaron sus risas, y salió a relucir una sonrisa que lo
perdonaba todo, que todo lo comprendía, que les daba a mis faltas la
importancia que de verdad tenían: Ninguna. Solo habían sido una experiencia
vital más. Solo una forma de aprendizaje. Todo estaba ya integrado y no había
por qué sentir dolor. Me sentí repentinamente animado y fortalecido.
Entonces fui y lo estropeé todo. Le solté: “Oye, viejo, ¿tú no tienes de qué
preocuparte? ¿No te das cuenta de que estás bien cerca de la tumba? ¿Por qué no
te guardas las risas y convocas a tu yo del futuro, ya que eres tan listo?” Mi
yo del futuro – el que seré en plazo cierto – enmudeció. Frunció el ceño. Empezó a desvanecerse
sin dejar de taladrarme con sus ojos. “Ya
verás cuando tengas mi edad,” fue lo último que le oí.
Lo que me faltaba. A mis errores pasados y mi
incapacidad presente tengo que sumarles un futuro e ineludible desencuentro
generacional.
(c) Jaime González 2015
Para leer el relato en la página de Hypérbole.es pincha en el enlace: http://hyperbole.es/2015/07/mi-futuro-y-yo/
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