jueves, 6 de noviembre de 2008

Tristán e Iseo (y 2)

Hemos terminado la lectura de “Tristán e Iseo” en la versión reconstruida de Alicia Yllera. El momento culminante de la historia es la muerte de Iseo por amor a Tristán. A pesar de que hacía ya años que habían caducado los efectos del filtro amoroso, Iseo muere para no separarse más de Tristán. Ambos amantes siguen unidos tras la muerte, como simbolizan el rosal y la viña surgidos de sus tumbas, cuyas ramas van entrelazándose.

La leyenda de Tristán e Iseo resultó muy atractiva para los artistas del Romanticismo europeo (siglo XIX), no solo por su amor apasionado, sino por su individualismo. Tristán e Iseo no siguen las normas sociales establecidas, sino que toman sus propias decisiones en consecuencia con sus propios deseos y sentimientos, lo que les lleva a convertirse en proscritos o a transgredir las normas a escondidas.

La ópera de Richard Wagner Tristán e Isolda tiene también su momento culminante en la muerte de amor de Isolda. Al morir Tristán, Isolda ve la imagen transfigurada de su amado que la llama desde la ultratumba para que se reúna con él. Solo ella ve a Tristán; ¿debe escuchar su llamada y sumergirse en la vibración del amado? Así lo elige y así es como muere.

Pinchad en el icono y escuchad esta deliciosa música con atención. Es una de las más hermosas páginas de la música de ópera. Está interpretada por la soprano Waltraud Meier en el teatro milanés de la Scala en el año 2007.




Esta es la traducción de la letra.

Isolda:
¡Qué ternura, qué silencio / en su sonrisa! / ¡En su mirada, qué dulzura! / ¿Lo veis, amigos? / ¿No lo veis? / Cómo brilla / igual que una estrella. / ¿No lo veis? / Mirad cómo la valentía dilata su corazón / e hincha su pecho. / Mirad cómo de sus labios / un tierno aliento / dulce y delicioso / se exhala suavemente. / ¡Ved, amigos! / ¿No lo veis, ni lo sentís? /

¿Solo yo escucho esta melodía ligera y encantadora, / este suspiro sereno / que se expresa con dulzura, / esta voz conciliadora y amable resonando desde él, / cuyos tiernos ecos me alcanzan, / cuyo timbre tan claro vibra en mis oídos? / Estas voces que me acunan / son ondas de brisas deliciosas? / ¿Son nubes de aromas dulcísimos? /

¡Cómo crecen, cómo me rodean de murmullos! / ¿Debo respirarlas, debo escucharlas?/
¿Debo beberlas a sorbos, sumergirme en ellas? / ¿Debo evaporarme en una dulce fragancia? / ¿En el movimiento de las olas? / ¿En la respiración del universo? / ¿En el aliento del mundo? / Sumergirme, / desvanecerme, / inconsciente. / ¡He aquí la felicidad suprema!

1 comentario:

Anónimo dijo...

El "Cligés" de Chretien de Troyes como lectura ligera que se pretendió el anti-Tristán.